La realidad cotidiana y la realidad investigada (1a. parte)

En el mismo tercer piso donde vivo y al que nos conduce una escalera estrecha, antigua y desecha, habitan personas mayores. Son dos parejas que han compartido más tiempo con este edificio que entre ellos mismos. Uno de los señores entró a su piso a las pocas horas de nacido y desde entonces sube y baja estas escaleras, ahora con la ayuda de un bastón. Lo escucho salir todas las mañanas luego de las siete y nos cruzamos a menudo en la escalera, donde nos detenemos para que pase uno u otro porque el espacio no alcanza. A veces, lo encuentro en la calle con su señora quien se detiene un momento a conversar conmigo y le recuerda quién soy: de la escala. Los dos usan bastón y encaran día a día esa espantosa escalera para salir a la calle donde  van a disfrutar la paella en un bar familiar. La segunda pareja habitualmente reside en otro país europeo, pero nunca ha desistido de volver desde que dejó Barcelona en aquellas épocas difíciles. A su edad, dice la señora que el viaje se les hace más pesado y les cuesta más venir, pero aún con problemas de salud, viajan. Son los únicos habitantes del edificio con quienes intercambiamos algo más que un rápido momento para esquivarse en la escala. Con ellos ha habido vivencia de veïns, un momento de charla, alguna visita al sillón de casa donde me han contado historias de Barcelona en otros tiempos o se han llevado un poco de mi sopa a ver si les apetece y les cae bien porque últimamente faltaba el apetito. Con el resto, res de res.

Tal vez es el hecho de compartir el mismo piso, esa cercanía que hace que el vecino se convierta en una figura importante porque, por ejemplo, es quien primero puede enterarse cuando hay un inconveniente y puede ayudar. Un día, una de mis vecinas dejó las llaves adentro y no podía entrar hasta que llegara su marido. No tenía teléfono móvil, ni recordaba el teléfono de alguien a quien llamar. Entró a casa y esperamos con una linda conversación. Porque antes de ser un elemento de soporte social, el vínculo con el vecino habla de unas reglas de convivencia social, de sociabilidad, muy similares a las que me han educado en mi Montevideo natal y que compartí en mi infancia en otra escalera y en mi adolescencia en una casa de una calle de un barrio montevideano. A esto se suma que el envejecimiento es parte de mi tema de investigación, y esto puede incidir en mi disposición a conversar con personas mayores.

Me hablan en catalán y en castellano, pero no es la lengua en la que hablemos lo que dificulta la comunicación. “Espera”, me ha dicho alguna vez sonriendo una de las señoras, y luego ha sacado de su bolso un aparato pequeño que se coloca junto al oído para escuchar mejor. La lengua no es un elemento que dificulta la comunicación, y no sólo porque entiendo el catalán, aunque hablo poco, sino porque la voluntad de comunicarse es más importante. Lo aprendí compartiendo unos días en la casa de una familia japonesa -que apenas hablaba algo de inglés- ubicada en una montaña en el interior de la prefectura de Kioto. Para entenderse, basta quererlo. 

Más que la lengua a veces es la impronta cultural lo que nos puede hacer interpretar de una manera diferente la intención del otro, y esto puede generar ruido en la comunicación. Desde el rol de investigador esto implica tener una actitud de mayor escucha activa en el trabajo de campo y de reflexión sobre las propias actitudes sobre todo cuando la diferencia cultural es muy grande. No obstante, sería deseable tener esta actitud de extrañeza en la observación de la propia cultura. Entiendo que dar las cosas por sentadas limita la capacidad de observación, reflexión y análisis. Desde el lugar de personas, también sería deseable estar más alertas. En esos días que pasé en la casa de esa familia japonesa, una noche cuando se acercaba la hora de cenar, la esposa empezó a pelar y cortar verdura para preparar la comida mientras el esposo se sentó en el sillón frente a la mesa bajita. La señora se acercó a la mesa con dos latas de cerveza, una para su esposo y otra para mí. Me indicaron que me sentara a beber la cerveza y mi primera reacción fue negarme de manera delicada. Sin sentarme, le pregunté a la esposa si la podía ayudar con la comida que ella preparaba de pie frente a nosotros. Se negó, siempre con una sonrisa, y me reiteró que me sentara y bebiera. Insistí hasta que comprendí que mi resistencia a aceptar su agasajo podía entenderse como una falta de educación, y no el hecho de beber con el marido y no ayudar a la señora en la preparación de la comida, que era algo que en ese entorno se me ocurría maleducado sólo a mí. Me senté, bebí la cerveza conversando y luego nos sentamos todos en el piso junto a los dos hijos de la pareja que me enseñaron cómo pescar y comer la pasta de arroz de la olla llena de comida colocada en el centro de la mesa.

La casa en la que vivía aquella familia japonesa, estaba en un pueblo de montaña con cinco mil habitantes y tenía una gran antena por la que llegaba en 2001 la conexión a Internet. En Barcelona, en 2013, es muy fácil conectarse a Internet: gratis desde una biblioteca, o gratis si se tiene el dispositivo a través de las redes públicas en muchas partes de la ciudad. Aunque en casa, que es dónde más se usa Internet, hay que pagar. Pero no es la disponibilidad del acceso lo que limita el uso de Internet en esta sociedad, donde la mayoría de las personas mayores no usa Internet. Por un lado, hay diferencias estructurales vinculadas a la educación, clase social, nivel económico que se reflejan en la adopción de las tecnologías y de Internet en concreto entre las personas mayores. Pero, además está el aspecto esencial del sentido: ¿para qué usar Internet? La falta de propósito es una de las principales razones que esgrimen las personas mayores que no son usuarias de esta tecnología.



Algunas lecturas relacionadas a la adopción de Internet entre  personas mayores:

Hernández-Encuentra, Pousada, M. & Gómez-Zúñiga, B., 2012. The Internet and Older Adults: Initial Adoption and Experience of Use. In R. Z. Zheng, R. D. Hill, & M. K. Gardner, eds. Engaging Older Adults with Modern Technology. IGI Global, pp. 212–228.

Idescat (2012) Institut d'Estadística de Catalunya www.idescat.cat Catalonia results based on INE’s Survey on the equipment and use of information and communication technologies (ICT) in households (2012)

Zickuhr, Kathryn (2013) Who's not online and why. Pew Research Center

Selwyn, N., 2003. Apart from technology: understanding people’s non-use of information and communication technologies in everyday life. Technology in Society, 25(1), pp.99–116.

Fundación Vodafone España (2011) Elderly People and ICTs: Accesibility and affordability 






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